jueves, 19 de noviembre de 2015

La princesa Laila y el misterio del ponche (2/2)

Continuamos con la segunda parte de la crónica que empecé el otro día. Os recuerdo que todas estas partidas son reales, dirigidas por mí a mi hija (de siete años entonces), utilizando el reglamente de Caballeros y Princesas.

Habíamos dejado a la princesa Laila y a su hermano Pippin justo cuando acababan de abrir una puerta tras de derrotar a un esqueleto...

La puerta les dio acceso a una sala inundada, la única forma de cruzarla era ir moviendo una tabla, a modo de puente, entre los pequeños islotes que asomaban. Laila estuvo varias veces a punto de caer al agua, pero gracias a su hermano consiguió cruzar la sala y llevar hasta la siguiente puerta/acertijo. Esta tenia grabada una llama y la palabra 'apágame'. Este acertijo, curiosamente, le costo mucho a Laila resolverlo; pero finalmente salpico la puerta con agua y se abrió.

Cruzaron la puerta y se vieron en un pasillo con otras tres puertas abiertas. La primera les llevó a una sala con el techo derruido en la que encontraron una pequeña llave de oro, aunque casi pierden la vida en un derrumbamiento. Cruzaron la segunda puerta y encontraron algo que no se esperaban: un niño dormido en una desvencijada cama.

El niño confesó ser el ladrón del ponche (le encantaba) y llevar casi un mes merodeando por el castillo y las catacumbas tras haber llegado ellas mediante un túnel. Ese túnel cruzaba desde un glaciar al norte de las montañas donde se asienta el palacio de Laila. Al niño , Tommen, no le quedo otro remedio que cruzar el túnel para huir de unos bandidos que habían destruido su poblado y secuestrado a sus padres.

Laila y su hermano se ofrecieron entusiasmados a cruzar el túnel con Tommen y ayudarle a buscar a sus padres. Pero mitad de camino se dieron cuenta que sus antorchas se empezaban a apagar, no les quedo otro remedio que volver a las catacumbas y posponer la aventura para otro día. Prometieron a Tommen que no le contarían a nadie que estaba allí y ,tras descifrar otro acertijo en el que intervenían una serpiente y unas palancas, consiguieron volver a palacio para preparar la búsqueda de los padres de su nuevo amigo.

Ya era la hora de comer, así que tuvimos que dejar la partida. Esto provocó una enorme pataleta, y no solo por su parte, yo también me lo estaba pasando genial.


Otro día continuaremos con las increíbles andanzas de la princesa Laila.


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